martes, 8 de octubre de 2013

LA BANDA DEL RAYO

"El Atlético de Madrid necesita recuperar un determinado estilo, ser fiel a una manera de jugar, reconocible en un rasgo, en una pincelada. Dejar de fingir que podría ser George Clooney si es Pepe Isbert."
David Trueba en el articulo de hace un par de años "Esa otra cosa" 




Cuando lo oí en la televisión el día dos de Septiembre de 2013 pensé que el complemento de "rayo" con el que completaban su nombre hacia referencia a uno de los significados de esta palabra en la Rae: "Cosa que tiene gran fuerza o eficacia en su acción". Mientras seguía escuchando con interés la noticia de la detención de una banda de ladrones expertos que se había dedicado con éxito a saquear sucursales de bancos madrileños por el método del butrón a través de las alcantarillas y me emocionaba con la intrahistoria de amor paternofilial que se desprendía de la aséptica narración, me di cuenta de lo equivocado que estaba. La banda, herencia del antiguo ladrón ya fallecido, Jesus Iglesias, entraba en los bancos ataviada con camisetas del Rayo Vallecano, equipo de la primera división española.


Lo más reseñable, a parte del atractivo de una historia real de atracadores de bancos, era el método que había perfeccionado el padre, Jesús, y como lo había traspasado a su hijo de manera perfecta hasta el día de su muerte. Durante años se movieron padre e hijo entre fetidez y ratas , hasta memorizar todos los escondrijos del subsuelo madrileño. "Si hay ratas es que hay vida y se puede pasar", le decía el padre al hijo, unidos no solo por el romanticismo de un oficio de alguna modo artesanal que pasa de forma natural entre generaciones, si no también por el amor a un equipo de fútbol.

Después de reírme imaginándome la cara que hubiesen puesto Sandro Rosell o Florentino Perez si se diese a conocer una banda de ladrones de bancos que se ocultase con camisetas de sus respectivos equipos, pensé en lo apropiado que sería que Enrique Urbizu ("No habrá paz para los malvados") escribiese un guión de thriller clásico de atracadores de bancos, con historia de amor entre padre e hijo y con cierto aroma futbolero. Algo así como un Michael Mann ("Heat", "Enemigos públicos") a la española, con policía antagónico pero con comprensión, y con el Rayo Vallecano de por medio.




Sin embargo, una segunda lectura, me hizo comprender el significado que te otorga una camiseta de fútbol cuando te la pones, física o figuradamente, en cualquier campo de juego: sería imposible la existencia de una "banda del Real Madrid" o una "banda del Barça" si sustituimos la intriga de los susurros en los palcos por los gritos de la acción en los bancos del extrarradio. No funcionaría la película con atracadores suburbiales vistiéndose la camiseta del Madrid, si no fuese comedia.

La identidad de los equipos es algo a veces tópico, pero forma parte de los elementos que hacen que el fútbol cree en nuestro imaginario recuerdos y códigos que hacen que se instale en nuestras vidas y se convierta en espejo de ciertos comportamientos vitales.
El caso del Príncipe Felipe me llamó la atención en su momento: estoy seguro que su alteza se volverá loco viendo los goles de Diego Costa en la intimidad o eso nos hacen creer, pero también hay que decir que para su imagen publica le viene de perlas ser representado por el "atleti". El príncipe se pone la camiseta del club del Manzanares y los últimamente atareados asesores de la Zarzuela se quitan un problema de encima. El carácter alegre, genuino pero humilde, labrado con sentido del humor en el infierno y lejos de las grandes pasarelas y sobre todo el hecho de vivir cómodamente instalado fuera de las ya endémicas y tradicionales discusiones bilaterales convierten al Atlético de Madrid en el equipo perfecto para querer satisfacer a todos los españoles, cansados de tanto madrid-barça, sin perder cierta carga simbólica. 

Estaba claro, pensé entonces, que la madrileña "Banda del Rayo", finalmente solo podía ser "la banda del Rayo Vallecano", cuyo estadio, del que me niego a decir el nombre, con olor a pipas y hachís, se alimenta de las voces de la izquierda obrera menos adaptada y recibe con diversión la algarabía de la irreverencia.

Nota: escrito con toda la simpatía y admiración al Rayo Vallecano y "La banda del Rayo"

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